“Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”
“Traduttore, traditore” decían los clásicos. Sin profundizar en el origen de la frase, parece un dicho popular que no deja en muy buen lugar a los encargados de traducir textos.
Existen muchos casos documentados de esto, situaciones en las que una traducción equivocada de un texto cambia su sentido completo, de ahí la importancia de la figura del traductor como transmisor del conocimiento.
En nuestro contexto actual, tan global e inmediato, puede que no seamos capaces de imaginar la dimensión y la dificultad que esto implica.
Si nos trasladamos a varios siglos atrás, con la complejidad que podían llegar a suponer los viajes, traslados, impresiones, mudanzas, e incluso el conocimiento, sí que podríamos entenderlo.
Y todo esto, me ha venido a la cabeza por la famosa frase “Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”, que tantas veces hemos oído, sobre todo, últimamente.
Buscando información sobre ella y su origen, resulta que se atribuye a un filósofo de raíces españolas, Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana (George Santayana) que vivió entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX.
Pues bien, en base a la interpretación de su obra, más concretamente, de aquélla de la que se supone que se extrae su famosa frase, “La vida de la razón. Las fases del progreso humano”, publicado a principios del siglo XX, el filósofo habla del instinto, la experiencia, la retentiva para ser capaces de corregir nuestros actos y la capacidad para adaptarnos en base a la experiencia previa.
Literalmente dice,
“El progreso, lejos de ser consistente en el cambio, depende de la retentividad. Cuando el cambio es absoluto no quedan hechos para mejorar y ninguna dirección existe para una posible mejora: cuando no se retiene la experiencia, como entre los salvajes, la infancia es perpetua. Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. En la primera etapa de la vida la mente es frívola y se distrae fácilmente, pierde progreso al caer en la consecutividad y persistencia. Esta es la condición de los niños y los bárbaros, en la que el instinto no ha aprendido nada de la experiencia.”
Como comentaba el Catedrático de Historia Guillermo Fatás, en su artículo del diario digital 20 Minutos, la intención de la obra se relaciona mucho más con la psicología y la antropología, y no hace referencia a los pueblos ni a la historia, sino al pasado, pero considerándolo como una experiencia personal, directa e inmediata.
A modo de resumen:
Hasta qué punto, y en cuántas situaciones coincide lo que inicialmente quiso decir aquél que escribió un texto con lo que ha llegado al receptor de su mensaje inicial, en cuántas ocasiones, a esa idea la acaba arrasando una interpretación posterior.
Igualmente, en cuántos momentos de la vida, una intención inicial, un acto concreto o un gesto determinado, se ven atrapados por una interpretación errónea, provocando consecuencias indeterminadas (no necesariamente negativas).
Frente a ello, lo mejor, actuar con claridad, comunicar de manera concisa y confirmar de manera inequívoca, aunque la teoría ya nos la sabemos de sobra.
Socio de ACFYD ANALISIS, S.L.