¿Y si hablamos de Política?
A las personas de mi generación, desde pequeños nos enseñaron a no hablar ni de religión ni de política en la mesa, ni en casa, ni en la gran mayoría de reuniones sociales. En aquéllas en las que la confianza era menor, ni siquiera de fútbol (en aquellos tiempos pre-var en los que se debatía sobre la memoria del último agarrón o de la penúltima situación de fuera de juego dudoso del último partido del siglo de la semana).
Toda esa estructura mental se nos ha ido transmitiendo en las últimas generaciones, ayudando a las familias a tener comidas conjuntas mucho más placenteras y tranquilas, libres de la figura del cuñado español, aunque sea en lo relativo a todos estos asuntos.
Pero, sin embargo, y sin ponernos pedantes, el origen de la sociedad como tal, tiene uno de sus pilares en el entendimiento por parte del ser humano como integrante de un grupo.
Recuerdo que, cuando empezaba en el mundo profesional, me tocó coordinar una ponencia de un director regional de un banco a nuevos empleados sobre las virtudes y el desarrollo del día a día de su actividad, y en dicha charla, el ponente les hacía referencia a una cita de Aristóteles, rematando la frase diciéndoles, “si tenéis duda alguna vez respecto a alguna cita o frase, decid que la dijo Aristóteles, que es de la persona de la que tendréis más probabilidad de acertar que lo ha dicho”.
De mis pocos y cada vez más lejanos recuerdos de la filosofía que estudiábamos en el instituto, Aristóteles, es la gran referencia, aunque reconozco que, a mí, el que me marcó fue Platón, pero eso es otra historia. Mi recuerdo de Aristóteles me lleva al concepto del Zoon Politikon, como describe al hombre, en su obra “Política”, por diferenciación del resto de animales como ser social, por ser capaz de tener la capacidad de relacionarse políticamente, siendo capaz de crear sociedades y de organizarse en ciudades-estado.
Y ahí quería yo llegar, a la relación de la Política con el hecho de relacionarse socialmente con nuestros semejantes, es decir, simplemente por el hecho de relacionarnos con el resto de elementos de nuestra comunidad, ya estamos posicionándonos a nivel político, aunque sea desde el punto de vista social, y no ideológico.
Es decir, es fundamental entender que expresar nuestra opinión respecto a cualquier tipo de asunto relevante, no sólo es importante, sino necesario, porque es lo que nos define y nos diferencia como especie, y una sociedad en la que no se pueda desarrollar esta vía de una manera natural y libre, es una sociedad enferma, y como tal debe ser tratada.
Tanto redes sociales como prensa de todo tipo están repletos de ejemplos en los que se nos alerta de esta deriva en la que nos encontramos. A modo de ejemplo, la semana pasada, los componentes de Fangoria declaraban en una entrevista textualmente “No nos podemos permitir el lujo de decir lo que pensamos”, comentario que te hace pensar, y mucho.
A nivel individual, no tengo, para nada, claro hacia qué tipo de sociedad vamos a evolucionar y en qué contexto se relacionarán nuestros hijos cuando alcancen la mayoría de edad y su independencia personal, pero, como para la mayoría de situaciones, tengo muy claro el tipo de sociedad que no quiero, y dónde debemos poner líneas rojas que no debemos sobrepasar.
Eso sí, en mi sociedad ideal e imaginaria aparecen la libertad, el respeto al que no piensa como tú y la responsabilidad colectiva como pilares, y es un ejercicio de sinceridad que, tal vez, deberíamos hacer todos, y luego confrontarlo con lo que hacemos para encaminarnos hacia ella.
A modo de resumen, como en el diagnóstico de una enfermedad, parece que nuestra sociedad manifiesta una serie de síntomas, y frente a ello, hay que aplicar el tratamiento, y de la misma manera, el tiempo corre. Esperemos que no sea tarde…