El desafío del control en la Cuarta Revolución Industrial.

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Gráficos de red portátiles

https://es.wikipedia.org/wiki/Cuarta_Revolución_Industrial

 

Las revoluciones industriales sobrevienen a lo largo de la historia gracias a una determinada tecnología disruptiva que cambió la forma de ser y estar en el mundo en su época.

Así la primera revolución industrial (casi a finales del siglo XVIII), llegó con la mecánica del motor a vapor, mientras que la segunda (sobre 1870), tuvo como protagonista a la cadena de montaje, gracias al uso de la energía eléctrica, el petróleo y el gas, y la tercera revolución industrial (1969), se basó en el uso de la electrónica y la informática para promover la producción automatizada.

La Cuarta Revolución Industrial genera un mundo en el que los sistemas de fabricación virtuales y físicos cooperan entre sí de una manera flexible a nivel global.

Está marcada por los avances tecnológicos emergentes en varios campos, que incluyen: robótica, inteligencia artificial, nanotecnología, computación cuántica, biotecnología, Internet de las cosas (IoT), impresión 3D, transmisión, almacenamiento y captura de energía, cadena de bloques, realidad virtual y aumentada o, vehículos autónomos, entre otros.

Estas tecnologías tienen un gran potencial para continuar conectando a miles de millones de personas a la web, mejorar drásticamente la eficiencia de las empresas y organizaciones y ayudar a regenerar el entorno natural a través de una mejor gestión de activos.

 

Estamos viviendo, por tanto, en un periodo de cambio, enfocado, principalmente, a la eficiencia.

Tal vez, la mayor diferencia entre esta evolución y las anteriores es la velocidad. No sólo la velocidad de procesamiento, sino que no hemos terminado de adaptar los procesos a las tecnologías de la revolución informática y tenemos ya que prepararnos para las nuevas tecnologías que van a remover todo lo ya alcanzado.

La automatización de procesos, es cierto, aumentará la eficiencia, pero ¿Qué problemas va a generar?

El principal será la transmisión del conocimiento. Una vez que generemos la suficiente confianza en un proceso automatizado, esa confianza, será a su vez, el principal riesgo al que nos enfrentaremos si no hemos puesto los controles necesarios.

¿Qué pasara si fallan, o si faltan las máquinas, o la energía para alimentar las máquinas? ¿Sabremos retomar los procesos que ya teníamos automatizados?

Las personas cambian, y si la transmisión de un proceso incluye los resultados de una automatización, sin incluir los mecanismos que han llevado al cálculo de esos resultados, nos encontraremos con una rotura del proceso.

Por un lado, un exceso de confianza en el proceso automatizado implica una presunción sobre la no variabilidad del entorno, ya que la capacidad de adaptación de la IA a dichos cambios dependerá del conocimiento que se tenga del proceso generado.

Por otro lado: ¿Podemos estar seguros de que el proceso está funcionando 100% correcto sin conocer el detalle? ¿Estaremos seguros de no perder dinero cuando el proceso está funcionando 100% correcto?

Por poner un ejemplo, vamos a centrarnos en una automatización sencilla: la recepción, digitalización, contabilización y pago de las facturas.

Existen ya tecnologías capaces de recibir las facturas, identificar los campos clave y realizar su contabilización, y posterior pago.

Una vez que el proceso está automatizado, podemos tender también a hacer lo propio con el proceso de control de facturas, detectando automáticamente facturas recibidas por duplicado, errores en la definición de las facturas, o en el detalle de las mismas.

Como hemos comentado, esta automatización nos genera una confianza en todo el proceso que nos puede llevar a pérdidas económicas por la falta de control.

¿Cuál es la solución?

Para empezar, tenemos que definir y guardar la definición del algoritmo que estemos usando.

Un algoritmo no es más que el camino que le estamos indicando a la tecnología para llegar a la meta que queremos alcanzar.

Por lo tanto, si guardamos el algoritmo, guardaremos el proceso.

Después tendremos que establecer controles periódicos que pongan en duda el resultado obtenido.

De esta forma no sólo tendremos el proceso asegurado, sino que podremos detectar y corregir cualquier desviación en el entorno que provoque una pérdida, que, de otra forma, asumiríamos como correcta.

Necesitamos confiar en las nuevas tecnologías y perder el vértigo a los avances que nos generan eficiencia. Pero a cambio, tenemos que incrementar el control para garantizar que:

  • Somos dueños de los resultados.
  • Somos capaces de adaptarnos.
  • Podemos continuar nuestra actividad en caso de que se pierda la tecnología.

David Hernández

Socio ACFYD Análisis